La mochila, el ayudante silencioso
Hay objetos que forman parte de todas las etapas de nuestra vida. Las mochilas vienen cumpliendo con esa ayuda necesaria y silenciosa de soporte eficaz para nuestros traslados a pie, desde nuestra más tierna infancia, cuando nuestros pañales y ropas de muda las cargaba nuestra madre en las salidas al campo o a la playa, en la etapa de estudiante, cargadas de libros, lápices y estuches, hasta la edad de la independencia y los posteriores viajes que todos hemos hecho, demostrando que éramos capaces de salir del hogar durante periodos cortos de tiempo y regresar sanos y salvos.
Las mochilas siempre han estado con nosotros, prestándonos un gran servicio, pero es en las rutas de senderismo donde adquieren su verdadera dimensión, es para este particular uso que encontramos su función más completa y útil, y para lo que parece que fueron diseñadas, algo en absoluto descabellado, puesto que parece que el origen de las mochilas tuvo lugar en la misma prehistoria. La forma que adoptaron entonces fue la de rústicos sacos de piel que cargaban a las espaldas los nómadas cazadores recolectores para llevar los utensilios de hueso, bártulos y provisiones en sus largas jornadas a pie.
¿Cómo elegir la mochila de senderismo perfecta?
Es vital esta elección para conseguir la máxima comodidad posible, que el elemento que usamos para cargar con nuestros enseres no resulte una carga demasiado pesada, sino todo lo contrario, pues sabemos que, en las rutas de senderismo, cuando el camino se hace demasiado largo, todos los objetos que no estén optimizados para mejorar el paseo comenzarán a darnos problemas y serán un estorbo en nuestra idílica ruta de senderismo.
El primer factor que debemos tener en cuenta para acertar con la mochila más adecuada es saber si la queremos para practicar excursionismo, senderismo o trecking, puesto que no es lo mismo ni tampoco existen mochilas optimizadas para los tres casos.
En este artículo nos vamos a centrar en las mochilas para senderismo, para lo cual es fundamental elegir la capacidad (medida en litros), que vendrán determinadas por la duración de la ruta, las necesidades y la preparación del deportista. En este sentido, podemos elegir entre tres mochilas; las de un día (20 o 30 l), en la que cabe solo lo imprescindible; agua, algo de comer y una muda, la mochila mediana (con capacidad de entre 40 y 50 l), considerada para salidas de fin de semana, en la que pueda entrar un saco de dormir, más agua, más comida y más ropa que en el caso anterior, y las mochilas de gran tamaño (superiores a 60 l de capacidad). En ellas ya podremos llevar todo lo necesario para unas vacaciones de larga duración, aunque no son las más recomendables, pues su excesivo peso y tamaño no las hacen cómodas para largas caminatas. Mejor planificar el senderismo con paradas donde reponer energías, descansando en lugares apropiados cada dos o tres días, y con establecimientos donde proveerse con facilidad de víveres.
Esto que acabamos de sugerir daría pie al siguiente factor que debemos tener en un alto grado de consideración al elegir una mochila de senderismo, su ergonomía o capacidad de adaptación de estos objetos a las necesidades, limitaciones y comodidades que su portador espera o exige. Es de vital importancia que la mochila se adapte al cuerpo y a la constitución física de quien la porta, con lo que se evitarán rozaduras, golpes, desequilibrios… para ello debe tener un buen ajuste al torso y a la cadera, muy importante para evitar posibles lesiones de espalda. También debe tener un ajuste dorsal para que los hombros no se sobrecarguen y se pueda tener cierto grado de movilidad, evitando posibles dolores musculares. Deberíamos observar también su solidez y acolchado para que el peso se transfiera cómodamente a las caderas, quitando carga a los hombros y espalda.
En cuanto a su tamaño, debemos valorar qué es importante para la distribución del peso, por lo tanto, para la comodidad. No debe ser demasiado grande, estrecha por los hombros y que no supere el cuello en cuanto a altura.
Por último, respecto a los materiales, la poliamida es el componente común en las mochilas, debe tener buena resistencia a las rozaduras, por lo que es muy recomendable el Kevlar y el nilon ripstop. Si el nylon está fuertemente tupido con un entrelazado de hilos de mayor dureza, tendremos una mochila muy resistente a la abrasión y al desgarro.